Hasta pronto Indonesia
Acabé en Indonesia por pura chiripa, como diría mi madre. No estaba en mis planes para este año estar montada en aviones por 36 horas y mucho menos darle un zarpazo a mis ahorros cuando recién llegaba de un viaje a México. Pero el destino me tenía otra jugada planeada y con tan sólo dos semanas de anticipación decidí comprarme un pasaje para el otro lado del mundo.
Indonesia es el paraíso terrenal para la mayoría de los surfers y para los 5 boricuas con los que yo andaba no era la excepción. Por tres semanas consecutivas las conversaciones giraban en torno a tubos, olas “escupías”, rampas, “inverse”, derechas e izquierdas, entre muchas otras palabras más del argot de los bodyboarders. Mientras ellos cogían las mejores olas de su vida, yo me enamoraba del paisaje, la cultura, la gente, la arquitectura, la joyería y la comida. Es difícil explicar en palabras la civilización de agradecimiento que permea en Bali, más del 90% de la población es hinduista, aunque la religión predominante en el resto de Indonesia es el Islam. Todos los días preparan ofrendas con flores frescas, arroz e incienso para dar gracias a la divinidad. Realizan este ritual todas las mañanas frente a sus casas y negocios para mantener el balance de lo bueno y lo malo en el universo.
En la búsqueda contínua de olas perfectas nos movimos hacia otra de las islas que componen el archipiélago indonesio, Java. La mayoría de sus habitantes son musulmanes y aunque el estilo de vida es totalmente diferente al de Bali, las experiencias más memorables de este viaje fueron allí. Por una semana entera no tuvimos conexión a internet, ni televisor para ver el mundial de soccer, ni agua caliente, pero nos conectamos con la naturaleza y con la gente de la villa de Watukarung. Todos los días comíamos platos típicos que preparaban con lo que pescaban, con los huevos de gallina que tenían en sus patios y con la leche de sus cabras. Todavía la tecnología no ha llegado a causar estragos, los niños jugaban en el patio, la gente se reunía a compartir sin estar pegados a un celular y se aprovechaba lo que el entorno tiene para ofrecer.
No sé si a todos nos pasa igual pero siempre llego inspirada de los viajes, con ganas de hacer cosas y de conocer más. Mi mente, espíritu y corazón se enriquecen experimentando lo que este mundo tiene para ofrecer. Me he propuesto vivir ligera de ataduras económicas, voy identificando que es lo esencial para vivir y ser feliz. Confío en que seguiré coleccionando memorias que llevaré conmigo por siempre.