Natalia Viera Salgado. fotos: Daliana Alvarado
Por Ana T. Colón
Un sábado en la mañana Natalia Viera Salgado nos recibe en su apartamento en Bed Stuy, Brooklyn. La sala está llena de luz que ilumina decenas de libros y cuadros que muy intencionalmente componen el espacio. El primero que se ve al entrar lee, en letras grandes: JULIO 25, 1898, junto a un artículo del New York Times anunciando la invasión estadounidense en Puerto Rico. Natalia nos explica que es un regalo del artista Rafael Miranda Mattei. Este es uno de varios cuadros, retratos u obras de arte que componen el espacio. Parecería que cada objeto tiene una historia, colaboración o amistad detrás. En sí se siente de inmediato estar en el espacio de una curadora.

Con la música de Cheo Feliciano de fondo, Natalia nos contó sobre su llegada un poco inusual al mundo de la curadoría. Sus inicios creativos fueron diversos— desde trabajar como vestuarista para revistas, comerciales y cine, hasta experimentar con su estilo personal: “Vengo de una familia muy creativa, desde varios peluqueros hasta directores de fotografía y siempre aprendí a expresarme desde lo visual”.
En el 2015, trabajando como enlace curatorial para la 4ta Trienal Poli-Gráfica de América Latina y el Caribe, algo cambió. Esa experiencia—junto a curadores como Vanessa Hernández Gracia, Alexia Tala y Gerardo Mosquera—fue, en sus palabras, “una escuela”.
Ese mismo año, una visita al estudio de la artista Zilia Sánchez con la curadora Carla Acevedo-Yates marcó un antes y después. Natalia tenía 23 años, y se estaba empapando de mundos artísticos y posturas políticas que definirían su enfoque. “Nunca había escuchado el concepto de ‘studio visit’, pero en ese momento entendí—esto es lo que quiero estar haciendo”.
Actualmente vive entre Puerto Rico y Nueva York. “No quiero romantizar el vaivén”, dice sobre el ir y venir constante entre la isla y la ciudad. “No es una elección de estilo de vida—es una condición impuesta por la realidad colonial de Puerto Rico”. Esa realidad marcó su camino hacia el norte, donde estudió Curaduría en la School of Visual Arts y trabajó en CENTRO (el Centro de Estudios Puertorriqueños), El Museo del Barrio, Socrates Sculpture Park y Americas Society. Para ella, Nueva York se convirtió en un espacio de diáspora—un lugar donde explorar cómo se trasladan la política, la memoria y la identidad.
“Más que etiquetas, me mueven los principios compartidos y las luchas paralelas— las dinámicas de poder, proyectos anticoloniales, pedagogía, arquitectura, justicia ambiental, etc.””
Como curadora en un contexto aún colonial como el de Puerto Rico, afirma que no existe un mundo postcolonial porque “no hay nada ‘post’ en la colonia”.
Muchos de sus proyectos giran en torno a artistas de América Latina y el Caribe, pero la identidad no es su destino final. “Más que etiquetas, me mueven los principios compartidos y las luchas paralelas— las dinámicas de poder, proyectos anticoloniales, pedagogía, arquitectura, justicia ambiental, etc. ”. Esa visión se ha plasmado en iniciativas como La Residencia, un proyecto de varios años entre Pública Espacio y Abrons Arts Center que apoya a artistas tanto de la diáspora como del archipiélago. Para Natalia, el valor de La Residencia está en su ritmo. “El primer año es solo de investigación—visitas, conversaciones. Te permite profundizar”.
Esa profundidad se refleja en proyectos como Geografías del Jiquilite al Añil con la artista Leila Mattina, que incluyó visitas a Campamento Tabonuco en Puerto Rico y colaboraciones con espacios comunitarios históricos en Nueva York como Loisaida y el LES Ecology Center. “A veces todo se mueve demasiado rápido”, dice. “Esto nos dio tiempo para pensar en conjunto”.
Más que pedirle todo al curadorx, Natalia plantea que las instituciones deben transformar la manera en que operan y abrir espacios para enfoques más radicales, multilingües y con base comunitaria. Cita el trabajo de Marcela Guerrero en el Whitney Museum, donde los materiales bilingües y la programación inclusiva marcaron un cambio real. “Ahora nos enfrentamos a un gobierno que activamente está tratando de retroceder todo el avance que se ha alcanzado. Entonces hay que preguntarnos cuáles son los intereses de estas instituciones y cómo evitar la censura y también la autocensura”.
De cara al futuro, le gustaría crear más espacio para la escritura y la publicación—una parte esencial, aunque a veces subestimada, de su práctica curatorial. Para casi todas las exposiciones que ha curado, ha creado una pequeña publicación, y sueña con hacer más.
Editar River Rail: Puerto Rico junto a Iberia Pérez, tras el huracán María, fue importante: un esfuerzo multidisciplinario que reunió a artistas, historiadorxs y activistas para reflexionar sobre la recuperación, la justicia ambiental y el futuro de la isla. “Fue hermoso”, dice, “y quiero seguir en esa dirección”.
La práctica de Natalia es difícil de encasillar. Está en constante movimiento y enraizada en lo comunitario, moviéndose entre la investigación y la experimentación. Su amor por el trabajo que realiza es palpable al verla detenidamente explicar cada detalle – tanto en el trabajo impreso como a nivel temático – de cada uno de sus proyectos, como lo fue River Rail.
Entre sus próximos proyectos se encuentra una colaboración con su tocaya Natalia Lassalle-Morillo llamada En Parábola/Conversations on Tragedy. Se trata de una obra que reimagina el mito griego de Antígona a través de un proceso colaborativo con actores no profesionales tanto en Puerto Rico como en la diáspora puertorriqueña en Nueva York. A lo largo de varios años de ensayos teatrales y experimentación audiovisual, el elenco ha reescrito y reinterpretado el mito desde sus propias vivencias e historias de migración y pertenencia. El proyecto culminará con la puesta en escena de la obra—con ambos elencos—y una instalación multicanal que se presentará en Puerto Rico y Nueva York.
También, junto a Las Nietas de Nonó (Mulowayi y Mapenzi Nonó) continuarán su investigación con biomateriales como el cuero de SCOBY para cuestionar narrativas culturales y políticas que han contribuido al deterioro de cuerpos de agua comunitarios. A partir de estos materiales y objetos encontrados, desarrollarán una serie de obras que documenten estas condiciones junto a los rituales, memorias, archivos y cartografías performáticas que surgen como formas de resistencia y cuidado.
Natalia es una aliada de Puerto Rico. A través del arte, las publicaciones y la investigación, va creando un registro y nos muestra su compromiso con la comunidad, la justicia ambiental y el futuro del archipiélago.
Puedes conocer su trabajo en instagram @natalia.viera.