Canino Propósito

Canino Propósito

Los ladridos eran nuevos en el barrio. Incesantes y un poco agobiantes, este nuevo perro en el barrio interrumpía cualquier pensamiento, conversación y hasta música de fondo. Pasaron algunos días y el intranquilo perro no dejaba de ladrar. Había llegado a un nuevo hogar y su inquietud, inquietaba todo el barrio. Preocupada o más bien intrigada, quería saber qué le pasaba al perro; porqué los ladridos desesperantes. Como buena puertorriqueña, con mi ‘ay bendito’, me asomaba a la ventana de la cocina, lugar de donde se veía un poco. Era una casa humilde en una bocacalle riopiedrense.

Un día preparaba el café mañanero con vista al árbol de mangó cargado de uno de mis frutos tropicales favoritos y los ladridos a lo lejos. De repente no se escuchan. Qué extraño. Al rato, un señor, de pelo largo amarrado, obeso, en chanclas jordan, mahones a tres cuartas partes de la pierna, como con pocas ganas de hacer lo que estaba haciendo, sale con el perro. Supongo que era su nuevo dueño, quien tan poco podía con los ladridos. ¡Por fin pude ver el perro! Comenzó a caminarlo, buscando que se calmara y dejara de ladrar. En su cara se veía el descontento de tener que salir a caminarlo. Día a día, en la mañana, veía a este señor darle un paseo al perro. En una distancia menor a 50 metros, de lado a lado, el perro lograba tranquilizarse o cansarse y así comenzó a acostumbrarse. Y así poco a poco, día a día, el perro y el señor, comenzaron a crear una relación de amo y mascota. No le quedaba de otra. Quizás fue un regalo, quizás fue por obligación, pero ésta era su nueva realidad.

Cada día la caminata era más rapidita y fueron creando una rutina. Los pulmones se abrieron y entró aire nuevo. La ropa del señor comenzó a cambiar. Tenis, pantalones de ejercicios, reloj en mano para ver el tiempo. Y así sucesivamente los días mejoraron. Ya no hay ladridos. Ya el perro está grande.  Ahora solo le dan unas cuantas vueltas y luego lo amarra en medio de la ruta, para continuar con la rutina de ejercicios. Pantalones más cortos, gafas especializadas, pelo recogido y caminata avanzada en zig zag. Este señor se ve feliz, saludable y enfocado. A mi se me sale una sonrisa sincera al verlos... creo que soy la única espectadora. Sin saberlo, el perro llegó a mejorarle la vida. 

Hay situaciones, personas y en este caso, animales, que llegan a la vida sin esperarlo y nos sacan de nuestra zona cómoda. Pero lo mejor de todo, es que detrás de toda la paciencia, toda la entrega y todo el tiempo, se esconde algo que ni siquiera imaginamos.

Yo–Yo Ma para todos en el Estuario de la Bahía de San Juan

"Para eso quédate toda la semana"

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